Solidaridad en tiempos difíciles


Existe una cierta lógica en la idea de que la codicia es buena cuando los recursos son escasos, es decir, cuando no hay suficiente para todos lo mejor que podemos hacer es acaparar bienes para garantizar nuestra supervivencia y la de nuestros seres queridos.


Solidaridad

¿Acaso la evolución no nos ha programado para la supervivencia del más fuerte?
Si esta lógica fuera totalmente cierta, lo que deberíamos esperar como respuesta a la falta de recursos sería un comportamiento intensamente egoísta, sobre todo en aquellos que menos riqueza tienen. Y de hecho, las investigaciones en este campo parecen sugerir lo contrario: los que menos recursos tienen, optan por una estrategia de compartir con los demás los limitados recursos que poseen.
Por ejemplo, en una investigación en la Universidad de Illinois en el que participaron personas de clase baja y alta, los primeros asignaron más dinero a individuos anónimos que los participantes más adinerados, quienes retuvieron más dinero para si mismos.


Estos datos están en sintonía con varios estudios que muestran que, en proporción con sus ingresos, las personas de las clases más bajas son más generosas con causas benéficas en relación a sus homólogos de las clases más altas.

¿Se puede decir entonces que la falta de recursos reduce la ambición y la codicia? El razonamiento de los investigadores es el siguiente: cuando las personas tienen pocos recursos se sienten más vulnerables a las vicisitudes del mundo que les rodea. Por tanto, cuando los recursos no son seguros, los individuos se sienten más motivados a fortalecer las conexiones sociales mediante una serie de procesos psicológicos que incluyen la confianza, la compasión y la empatía.
Por el contrario, cuando una persona es próspera en recursos, se encuentra en una mejor situación para centrarse en si mismo, en este caso los demás no importan tanto. Psicológicamente, este enfoque en si mismo reduce la atención de las necesidades e incluso de las emociones de los demás. Paradójicamente entonces, a mayores recursos un comportamiento codicioso es lo más probable.

Históricamente, la ciencia ha tenido una cierta fascinación hacia los impulsos más oscuros del ser humano, como la ira, la violencia o la voracidad por acaparar riquezas, en cambio ha relegado cualidades más positivas como el altruismo o la solidaridad. Sin embargo, desde hace ya un tiempo existe una creciente evidencia de la importancia de la cooperación y la compasión en nuestra historia evolutiva, y de cómo la supervivencia y evolución de la especie tuvieron significativamente más posibilidades gracias a estas condiciones, que la idea de "selección natural" como una especie de sálvese quien pueda.

Después de todo, no es descabellado pensar que las verdaderas claves de la supervivencia humana pudieron no haber sido nuestra tendencia a la agresión, el acaparamiento de riquezas y la territorialidad, sino nuestra predisposición a la compasión, el altruismo y la solidaridad.