La falacia del jugador: yo ya he tenido un accidente


El hecho de ya haber sufrido un accidente... ¿cómo impacta en las probabilidades de que tengamos otro?


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El 16 de agosto de 1987 minutos después de despegar del aeropuerto metropolitano de Detroit, se estrella el vuelo 255 de la Northwest Airlines.
Cecelia Crocker tenía sólo cuatro años de edad y fue la única sobreviviente de este accidente aéreo donde murieron 148 pasajeros, los 6 tripulantes y 2 personas en tierra. Entre los fallecidos estaban sus padres y su hermano David de seis años.

Cecelia es una de cuatro personas, todos sobrevivientes únicos de accidentes aéreos, que protagonizaron el documental "Sole Survivor" (único sobreviviente), que se estrenó el año pasado.

A pesar de sufrir este trauma que le cambió la vida, Cecelia no evita volar en avión ni experimenta ansiedad cuando lo hace. Si bien este es un testimonio maravilloso de resistencia humana, la razón subyacente a su falta de miedo, es un argumento no tan lógico para la toma de decisiones:

En el documental Crocker dice "...volar no me asusta, tengo la certeza de que si algo malo me pasó una vez, no me va a suceder de nuevo, las probabilidades son astronómicas".


La falacia del jugador

La realidad es que sus probabilidades de sufrir un segundo accidente aéreo son las mismas que cualquier otra persona que sube a un avión. Cada viaje es un evento independiente. Cuando ella toma un vuelo, su historia pasada no tiene ningún impacto en las probabilidades de que ese nuevo avión tenga o no un accidente. Pensar lo contrario se llama la "falacia del jugador".


Falacia del jugador es cuando una persona cree, erróneamente, que los acontecimientos pasados cambian las probabilidades de sus eventos en el futuro.

¿Qué probabilidades tenemos de sufrir un accidente aéreo?

Esto depende mucho de cómo se calculan las posibilidades. Una forma de averiguar esta proporción en un país determinado, podría ser dividiendo la cifra de fallecidos en accidentes aéreos entre la población total del país. Por ejemplo, en Estados Unidos esa probabilidad daría 1 en 4,7 millones. Pero esta estadística es engañosa porque no todo el mundo vuela y algunas personas viajan con mucha más frecuencia que otras.

Por eso, un grupo de profesores de ciencias y estadísticas del MIT propusieron una ecuación diferente:

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'V' representa la proporción de pasajeros que no sobreviven en un accidente y 'N' es el número de salidas de vuelos.
Por ejemplo, un vuelo que no tiene un accidente 'V' será igual a 0, si hay un accidente y mueren todos los pasajeros 'V' será igual a 100, si en cambio, hay un accidente y mueren la mitad de los pasajeros 'V' será igual a 50.

Utilizando esta ecuación y datos reales de vuelos de todo el mundo entre los año 2000 y 2008, la probabilidad de mortandad promedio fue de 1 cada 3 millones de pasajeros. Pero no todos los países registran las mismas probabilidades, los llamados del “primer mundo” Australia, Japón, Estados Unidos, Canadá, países europeos, etc. registraron un promedio de 1 en 14 millones de pasajeros. Un segundo grupo de países conformado por naciones que recientemente han alcanzado su condición de "primer mundo" (por ejemplo Corea del Sur, Singapur) y países recientemente industrializados (China, Brasil) tienen una probabilidad de 1 en 2,5 millones. Las naciones menos seguras fueron algunas de África y Centro América con una probabilidad de 1 en 800 mil.


Si sufrimos un accidente aéreo, ¿cuáles son las probabilidades de sobrevivir?

Según las estadísticas, en los países desarrollados tomando en cuenta los últimos 20 años, el 95% de los pasajeros que sufrieron algún accidente aéreo, lograron sobrevivir.

Por tanto, teniendo en cuenta estos datos ¿por qué tanta gente tiene miedo a volar?
Según algunos psicólogos expertos en comportamiento humano, todo pasa por una cuestión de percepción de control. Cuando volamos, no somos nosotros los que tenemos el control, esta falta de dominio de la situación eleva nuestra sensación de inseguridad. En cambio cuando, por ejemplo, conducimos un coche tenemos una sensación de completo control.

Las personas tendemos a ser más inflexibles con los riesgos cuando los advertimos como incontrolables, sin embargo, las estadísticas marcan consistentemente que corremos muchos más riesgos cuando somos nosotros los que tenemos el control.